Comunicado del Grupo de Afinidad Libertaria Parla sobre el movimiento asociativo local

Desde el Grupo de Afinidad Libertaria de Parla consideramos urgente la necesidad de revitalizar un asociacionismo popular autónomo, que fue importante en nuestro municipio años atrás pero que ahora se encuentra en horas bajas, con locales municipales vacíos y con escasa actividad; sirva de ejemplo el caso de Parla Este, con una población de 25.000 personas sin asociación vecinal.

Hacemos un llamamiento desde la convicción de que:

Por un lado, las instituciones políticas de representación (partidos y sindicatos) llevaron a cabo en las dos últimas décadas una estrategia errónea e interesada, utilizando en el pasado las asociaciones culturales y vecinales como plataformas para alcanzar sus objetivos y, una vez logrados, dejando morir al movimiento asociativo autónomo, fundamental para dinamizar la vida cultural, reinvindicativa, lúdica, etc de la población de Parla, y que contribuye a la transformación social.

En  esta línea y a título de ejemplo, queremos denunciar el caso concreto de la Asociación de Vecinos del Nido. El presidente de esta asociación dispone a su antojo de un local cedido por el ayuntamiento que se encuentra prácticamente inactivo, y cuando un colectivo como el nuestro lo solicita y acuerda una fecha y una hora  para realizar la presentación de un libro sobre pedagogía( a la que vienen el autor y el editor,) nos encontramos con que no aparece nadie para facilitarnos el acceso, teniendo que celebrar dicho acto en un parque público aledaño.

Por otro lado, como consecuencia del planeamiento de  ciudad alentado y construido ( a todos los niveles: medioambiental, urbanístico, social, cultural, etc) desde las instituciones políticas que han gobernado  Parla en los últimos 35 años, ha resultado un modelo fallido, por antisocial y especulativo, diseñado desde los intereses de concejales, arquitectos y propietarios de suelo (caso púnica) que no responde a las necesidades reales de la población y que se encamina más pronto que tarde al colapso social, urbanístico y medioambiental.

Para terminar os invitamos a participar en nuestras actividades (o en las de cualquier otro colectivo autónomo local) y a compartir vuestras inquietudes e iniciativas. Los resultados de las últimas elecciones nos dan la razón: sólo si nos organizamos y nos formamos en torno a los temas que nos interesan (laboral, medioambiente, educación, salud, vivienda, etc) y relanzamos el asociacionismo vecinal de base, podremos transformar Parla a partir de  un proyecto colectivo de ciudad a la medida de las necesidades de las personas que la habitamos y de las futuras generaciones.

“Corresponsabilidad, compañero”: doce meses de Ayuntamientos del cambio

Co-rres-pon-sa-bi-li-dad, silabeado y con retintín, éste es el “meme” que hoy circula entre los de la nueva política metidos a nuevos políticos. Y como andes despistado te lo arrojan encima o por debajo, sin mayores avisos: “Corresponsabilidadcompañero, no ves que no se puede ser tan impaciente, que esto de la institución lleva su tiempo. Quizás en la próxima legislatura”. Y es que el cambio está cambiando.

Lo cierto es que esto de los nuevos ayuntamientos cada vez le interesa a menos gente. Que sí…. que tenemos alcaldesas mejores que Trías y no digamos que Esperanza Aguirre. Y que tienen mucho más “sentido y sensibilidad”. Pero, ¿podemos reivindicar, y defender en consonancia con el 15M, las principales líneas políticas de los Ayuntamientos de Madrid y Barcelona? El caso de los titiriteros, de la política de vivienda y de los límites a la remunicipalización en Madrid; la huelga de metro, la manta y la entrada del PSC en Barcelona, son simples botones de muestra de que algo va mal (incluso muy mal) en nuestros dos “laboratorios institucionales”. En lo que sigue, se plantea una discusión política en torno a tres cuestiones:

1. Gestión y política son dos cosas radicalmente distintas. Lo habréis oído infinidad de veces: “Debemos gobernar para todos”. El problema desde luego está en ¿quién es ese “todos”? ¿Son los turistas que con huelga de metro no pueden desplazarse cómodamente al Mobile World Congress o que se asustan cuando ven a un negro comerciando con baratijas? ¿Es el pequeño comercio que pierde dinero no vendiendo esas mismas baratijas? ¿Son los honestos inversores que en el Taller de Precisión de Artillería de Madrid metieron su dinero para construir unos pisitos de lujo (acordaros de la “seguridad jurídica”, lo oiremos más veces)? ¿O las grandes constructoras que, también en Madrid, van a ver confirmados todos y cada uno de los grandes contratos, sobre todos y cada uno de los principales servicios de la ciudad?

La confusión está en hacer pasar la correcta administración de los servicios públicos por el principio y el fin político de los nuevos consistorios. En teoría, pero sólo en teoría, los recursos y los presupuestos municipales deben tener una vocación de servicio público, esto es, una administración basada en los principios de equidad y universalidad. Pero se trata de pura teoría (esto es, de ideología): en cada acción de un ayuntamiento, en cada partida de un presupuesto, se anidan intereses particulares y por lo general contrarios. En otras palabras, incluso en la administración de la parte más inocente de los recursos públicos existe, ya efectiva, ya virtualmente, un conflicto.

El aspecto más decepcionante de la política de ambos ayuntamientos ha estado en mantener una imposible posición de neutralidad gestionaria, que o rehúye el conflicto, o bien lo decanta en favor de aquellos intereses considerados de menor coste político. Así por ejemplo, en el asunto de los manteros de Barcelona, hemos visto a la Guardia Urbana —causa última de la crisis y verdadero poder autónomo dentro del ayuntamiento—, protegida por este, al tiempo que se apuntaba a la manta con un curioso eufemismo, “ocupación intensiva del espacio público”.

En la misma línea, el participacionismo, tanto digital como físico, que se presenta como la joya de la corona del “cambio”, opera a partir de esa misma posición: la neutralidad de la institución frente a los intereses de la “gente”, que a través de los recursos y foros facilitados por el Ayuntamiento elegirá libremente lo que más le convenga. Poco puede sorprender que en su aplicación institucional concreta apenas veamos más queprocesos participativos de escasa calidad y/o baja “participación”. En ocasiones, como en Plaza España, las consultas tienen un simple carácter pleibiscitario o aprobatorio. Y en otras, como en los presupuestos participativos de Madrid, se convierten en una suerte de carta a los Reyes Magos. En distritos o barrios en los que no existe un espacio comunitario y deliberativo real, grupos muy pequeños organizados pueden lograr que la administración financie instalaciones o proyectos ciertamente estrambóticos.

Valga decir que nuestros nuevos políticos han asimilado demasiado pronto la ficción del Estado y de toda institución de Estado: su supuesta autonomía y separación de los conflictos que atraviesan «lo social». No hay, ni habrá «cambio» mientras no se invierta y se ataque esta ficción. La política consiste en tener y defender una posición «de parte», a favor de unos y en contra de otros, o si se prefiere, en llevar el conflicto a la escala institucional. La posición gestionaria, como bien conocen y aprovechan las oligarquías locales, implica la reproducción de las mismas relaciones de poder y desigualdad ya existentes.

2. La renuncia a la organización tiene costes. Característica, y déficit fundamental, de la fase institucional ha sido el rechazo a construir organización. Ni Ahora Madrid, ni Barcelona en Comú, ni realmente Podemos en ninguna de las grandes ciudades, cuenta con más de unos pocos cientos de activos, muchos de ellos integrados y a sueldo de la institución o de las estructuras partidarias creadas al efecto. A la contra de algunas declaraciones públicas, la situación responde a una decisión consciente. Frente a la complejidad que suponía fomentar la formación de estructuras mínimamente consistentes y autónomas, de organizar los conjuntos sociales dispuestos a una participación activa, se optó por la vía “de éxito” abierta por Podemos. Recordemos: la comunicación directa con la “gente”, o lo que es lo mismo, la confianza en que el vacío dejado por el derrumbe de los partidos convencionales resultaba suficiente en un momento en que al menos una parte del foco mediático apostaba también por la renovación institucional. “Ciudadanismo”, “participacionismo” y “pleibiscitarismo” –en forma de consultas sin debate real– son manifestación o consecuencia de esta suerte de atajo, que ha permitido soslayar el viejo problema del partido: la cuestión de la organización.

Pero lo cierto es que, al contrario de lo que pensaba Robert Michels, sin una organización democrática e inteligente, lo único a lo que se puede aspirar es a dar cuerpo a una oligarquía institucional; en nuestro caso, una clase política nueva, si bien cada vez más aislada y más absorta en la rotación alrededor de sus problemas. El rápido agotamiento del crédito político de Carmena y de buena parte de su equipo municipal, y el más lento de Ada Colau, son irreversibles. La confianza en las figuras mediáticas, sin movimiento y sin organización que controle, fiscalice e impulse su propia agenda política, está destinada a ser de consumo rápido.

En los términos de la nueva política, siempre inspirada en las enseñanzas de Barrio Sésamo, esta cuestión se ha tratado de abordar con la dicotomía dentro / fuera (recuérdese la de arriba / abajo). De una forma más intuitiva que analítica, se reivindica algo así como la autonomía del “dentro” (los equipos municipales), para que éste dirija su propia agenda institucional, al tiempo que se exige, de una forma más bien ambigua, una mutación de los movimientos. De forma harto paradójica, a éstos se les demanda movilización, pero no crítica, y nunca de una forma que realmente subordine a la agenda institucional, o ponga en cuestión la separación de la nueva clase política. La tendencia de los hechos es, no obstante, mucho más terca: los movimientos se han separado paulatinamente de la dinámica institucional, cada vez másdecepcionados con el escaso ritmo de las reformas y más aburridos con los compromisos adquiridos por los grupos municipales. Y esto no es el simple resultado de la fragilidad de los movimientos (que en algunos ámbitos no es tal) cuanto de decisiones políticas conscientes y de inercias institucionales no abordadas. La posibilidad de formar una suerte de “partido-movimiento”, también en el municipalismo y salvo algunos experimentos afortunados en ciudades medias, ha quedado atrás.

3. La eficacia del contrapoder. Caso de estar de acuerdo con esta análisis, la pregunta que cabe plantearse es ¿qué tipo de política resulta más eficaz en la situación actual? O dicho de una forma mucho más directa, ¿que es lo que todavía podemos recuperar de esta acusatio: “co-rres-pon-sa-bi-li-dad, compañero”? Conviene adelantar que la respuesta no reside en seguir manteniendo la confianza y el crédito de los actuales consistorios de Madrid y Barcelona, sino en observar las posibilidades y oportunidades de abrir de nuevo el ciclo. Ya ha pasado un año, y parece claro que la inercia institucional, los imperativos de reproducción de toda “clase política” y la acción de los poderes reales, han sido más potentes y determinantes que los códigos éticos, los procesos participativos y las buenas intenciones de los nuevos políticos. Y esto aun cuando la lista de pequeñas acciones municipales en forma de paliativos sociales y algunos experimentos algo más arriesgados nos resulte interesante.

La oportunidad no se encuentra pues en la capacidad de agencia de los ayuntamientos, sino todo lo contrario, en su fragilidad. Una de las características más evidentes de los consistorios de Madrid y Barcelona es que son sensibles: no en el sentido ético y lastimero, que nos remite a la compasión con los problemas de la “gente”, sino en el sentido político de las relaciones de fuerza. Se trata de gobiernos débiles, en minoría, susceptibles de reaccionar a la presión más mínima. Así nos lo demuestran en su propio provecho los grandes medios de comunicación, las oligarquías urbanas o el PSOE. Ahora bien, ¿se puede ejercer una presión contraria? ¿Se puede aprovechar su propia debilidad en provecho de las líneas de fuerza que animaron la formación de las candidaturas: remunicipalización, auditoría, política social, contrapoder? En Madrid, las pequeñas campañas contra algunas operaciones urbanísticas (Mahou Calderón, TPA, Cocheras), la redefinición del proyecto Castellana Norte (operación Chamartín) o la retirada del reglamento de la EMV, parecen demostrar que así es. En el caso de Barcelona, es de suponer que una reacción más contundente, amplia y decidida por parte los movimientos con el asunto de los manteros, hubiera obligado al Ayuntamiento a afrontar el verdadero origen del problema: no otro que la Guardia Urbana y su estatuto extraoficial de poder autónomo.

Ésta es la principal consecuencia positiva de casi un año de nuevos ayuntamientos: lacapacidad de ejercer contrapoder es mucho mayor con estos gobiernos que con sus precedentes. Con una legitimidad corta y prestada, y con la presión adecuada, estas instituciones pueden ser los vehículos involuntarios de las políticas para las cuales les votamos. Lo único que tenemos que hacer es dejar de considerarles como la expresión política del 15M y empezar a presionarles para que asuman el mandato prestado. Sólo así no sentiremos vergüenza, caso que haya que volverles a votar; y lo que es más importante, sólo así conseguiremos abreviar esa fase de impás que a buen seguro hemos iniciado ya.

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What’s the Point If We Can’t Have Fun?

My friend June Thunderstorm and I once spent a half an hour sitting in a meadow by a mountain lake, watching an inchworm dangle from the top of a stalk of grass, twist about in every possible direction, and then leap to the next stalk and do the same thing. And so it proceeded, in a vast circle, with what must have been a vast expenditure of energy, for what seemed like absolutely no reason at all.

“All animals play,” June had once said to me. “Even ants.” She’d spent many years working as a professional gardener and had plenty of incidents like this to observe and ponder. “Look,” she said, with an air of modest triumph. “See what I mean?”

Most of us, hearing this story, would insist on proof. How do we know the worm was playing? Perhaps the invisible circles it traced in the air were really just a search for some unknown sort of prey. Or a mating ritual. Can we prove they weren’t? Even if the worm was playing, how do we know this form of play did not serve some ultimately practical purpose: exercise, or self-training for some possible future inchworm emergency?

This would be the reaction of most professional ethologists as well. Generally speaking, an analysis of animal behavior is not considered scientific unless the animal is assumed, at least tacitly, to be operating according to the same means/end calculations that one would apply to economic transactions. Under this assumption, an expenditure of energy must be directed toward some goal, whether it be obtaining food, securing territory, achieving dominance, or maximizing reproductive success—unless one can absolutely prove that it isn’t, and absolute proof in such matters is, as one might imagine, very hard to come by.

I must emphasize here that it doesn’t really matter what sort of theory of animal motivation a scientist might entertain: what she believes an animal to be thinking, whether she thinks an animal can be said to be “thinking” anything at all. I’m not saying that ethologists actually believe that animals are simply rational calculating machines. I’m simply saying that ethologists have boxed themselves into a world where to be scientific means to offer an explanation of behavior in rational terms—which in turn means describing an animal as if it were a calculating economic actor trying to maximize some sort of self-interest—whatever their theory of animal psychology, or motivation, might be.

That’s why the existence of animal play is considered something of an intellectual scandal. It’s understudied, and those who do study it are seen as mildly eccentric. As with many vaguely threatening, speculative notions, difficult-to-satisfy criteria are introduced for proving animal play exists, and even when it is acknowledged, the research more often than not cannibalizes its own insights by trying to demonstrate that play must have some long-term survival or reproductive function.

Despite all this, those who do look into the matter are invariably forced to the conclusion that play does exist across the animal universe. And exists not just among such notoriously frivolous creatures as monkeys, dolphins, or puppies, but among such unlikely species as frogs, minnows, salamanders, fiddler crabs, and yes, even ants—which not only engage in frivolous activities as individuals, but also have been observed since the nineteenth century to arrange mock-wars, apparently just for the fun of it.

Why do animals play? Well, why shouldn’t they? The real question is: Why does the existence of action carried out for the sheer pleasure of acting, the exertion of powers for the sheer pleasure of exerting them, strike us as mysterious? What does it tell us about ourselves that we instinctively assume that it is?

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Libertad de expresión para Ayax y Prok

A mis hijos Ayax y Prok, que son artistas raperos, los hadenunciado la Unidad de la Policía para Delitos Tecnológicos, por un videoclip elaborado y editado en 2014, cuando aún no había entrado en vigor la Ley Mordaza del PP.

Es una canción que muestra el hartazgo y la protesta de muchos jóvenes que suelen estar sentados en las plazas o en los parques de su ciudad, como único modo de ocio.

Estos jóvenes, la mayoría hijos de los que padecemos la crisis, se ven constantemente interpelados, con muy malas formas en muchas ocasiones, por policías, que casi de diario les multanpor consumir bebidas (incluso no alcohólicas) en lugar público o simplemente estar allí.

La mayoría de ellos ya están endeudados con el Estado por estas multas, sin haber encontrado aún ni su primer trabajo. Esta situación es la que pretende expresar la canción. Sobre todo habla de la prepotencia con que a veces tratan a los ciudadanos.

Aparentemente esta unidad policial los ha denunciado por injurias y porque aparecen en una imagen, en un segundo plano y bastante diluidas, las figuras de dos policías. Esto atentaría, según ellos, contra la seguridad ciudadana de la nueva Ley Mordaza del PP, que entró en vigor mucho después de ser editado y publicado este videoclip.

Yo, mi familia y amigos defendemos que en esta publicación ellos sólo ejercen su derecho a la libertad de creación y de expresión, que están contemplados en nuestra Constitución.

¡Apóyalos con tu firma! La multa puede llegar hasta los 30.000 euros, cifra que mi familia no podría jamás pagar ya que somos parados.

Muchas gracias

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Los comunes: más allá del Estado y el mercado

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Artículo de Yavor Tarinski publicado en New Compass el 7 de enero de 2016. Sobre el paradigma de los comunes, que implica la recuperación de la comunidad como sujeto activo y participativo y la emergencia de una economía solidaria, como alternativa a la dicotomía «estatal / mercantil».

Como una alternativa que ha sido ensayada y experimentada en la práctica para comunidades en el pasado y el presente, el paradigma de los comunes va más allá del Estado y del mercado e implica la autodeterminación radical de la sociedad, permitiendo a la ciudadanía gestionar directamente sus recursos compartidos.

En su libro The Economic Order & Religion , Frank H. Knight y Tomás H. Merrian argumentan que «la vida social a gran escala con la propiedad en común es imposible» 1 .William F. Lloyd y después Garret Hardin, con el mismo espíritu, promovieron el término neo-malthusiano 2 de «la Tragedia de los Comunes» 3 , argumentando que los individuos, actuando independientemente y racionalmente según su interés particular, se comportan contrariamente a mejores intereses del grupo entero agotando algunas fuentes de recursos comunes. Desde entonces, las tesis que afirman que la gente es incapaz de gestionar nada colectivamente, sin el control y la supervisión de instituciones y autoridades separadas de la sociedad, se han infiltrado con éxito en el imaginario social.

Incluso dentro amplios sectores de la izquierda la gestión en común de recursos se está viendo como una utopía que se prefiere dejar para el futuro distante, persistiendo hoy en día entre variaciones de formas de propiedad privada y estatales 4 . Así se mantiene el dilema entre gestión privada / estatal de los recursos comunes, condenando otras iniciativas a la marginalidad.

Sin embargo, un número creciente de voces intenta romper con esta dicotomía. Por los autonomistas Michael Hardt y Antonio Negri esto es un falso dilema. Según ellos,

«La aparentemente exclusiva alternativa entre lo privado y lo público se corresponde con una alternativa política igualmente perniciosa entre capitalismo y socialismo. A menudo se asume que la única cura a los males de la sociedad capitalista es la regulación pública y la gestión económica keynesiana y / o socialista; y, desde el otro lado, parece que las enfermedades socialistas sólo se pueden tratar con la propiedad privada y el control capitalista. Pero el socialismo y el capitalismo, pese a veces se han mezclado entre sí causando conflictos amargos, son ambos regímenes de propiedad que han excluido el común. El proyecto político de instituir lo común (…) corta en diagonal estas falsas alternativas. » 5

La falsedad del dilema estatal / privado también se puede observar en la relación simbiótica entre estas dos supuestas «alternativas». El autor y activista David Bollier señala el parentesco histórico entre los dos 6 . Según él, los mercados se han beneficiado del aprovisionamiento aportado por el Estado de infraestructura, innovación y actividad mercantil, así como del acceso libre y gratuito a bosques públicos, minerales, líneas aéreas, investigación y otros recursos públicos . Por otra parte, el Estado depende de los mercados como fuente vital de impuestos y trabajo para la gente, y también como una manera de evitar afrontar las desigualdades de riqueza y de oportunidad social, dos retos políticamente explosivos.

A primera vista parece que nos quedamos sin elección real, ya que las dos «alternativas» conllevan el mismo grado de privatizaciones que benefician unas reducidas elites.Durante los últimos años, sin embargo, el paradigma de los «comunes» ha emergido desde la base como una potente solución práctica a la crisis contemporánea y un paso más allá del dilema dominante. Es una alternativa que se ha intentado y se ha experimentado en la práctica por muchas comunidades, en el pasado y el presente.

La lógica de los comunes

La lógica de los comunes va más allá de la ontología del Estado-nación y del mercado «libre». En un sentido presupone que vivimos en un mundo común que puede ser compartido entre toda la sociedad sin que mecanismos burocráticos o de mercado lo tengan que privatizar. Así, sin acaparamiento ejercido por gestores externos (compitiendo con la sociedad y entre ellos), los recursos dejan de ser escasos al dejar de haber interés en su explotación rápida. Ivan Illich observa que «cuando la gente hablaba de los comunes, (…) designaba aspectos del entorno que tenían límites, que eran necesario para la supervivencia de la comunidad, que eran necesarios de varias maneras para los diferentes grupos, pero que, en un sentido estrictamente económico, no se percibían como escasos » 7 . La lógica de los comunes siempre evoluciona y rechaza la burocratización de los derechos y esencias, pese incluye formas de autocontrol comunal y autolimitación individual. Es por ello que consigue sintetizar lo individual con lo social .

Los comunes se pueden encontrar a lo largo y ancho de todo el mundo bajo diferentes formas: desde comunidades indígenas resistiendo la deforestación de las selvas y los agricultores indios luchando contra las corporaciones de los OGM en el software de código abierto y los movimientos por los derechos digitales sobre internet . Las características generales que todos comparten son los procedimientos de democracia directa en su gestión, el diseño y la elaboración abiertos, la accesibilidad y la evolución constante.

Las raíces de los comunes se extienden profundamente en la antigüedad, pero hoy en día siguen creciendo debido a su constante renovación, incluyendo las prácticas agrícolas comunales indígenas, las nuevas formas de «economía solidaria», los Fablabs de alta tecnología, las monedas alternativas, y mucho más. La ausencia de un marco ideológico estricto favorece su constante evolución.

La lógica de los comunes arraiga profundamente en la experiencia de la Antigua Grecia. El filósofo griego-francés Cornelius Castoriadis la describe como un periodo en el que aparece una esfera pública libre, «una esfera política que» pertenece a todos «» ( τακοινα – los comunes en griego) 8 . Lo «público» dejó de ser un asunto «privado», es decir, un asunto del rey, de los sacerdotes, de la burocracia, de los políticos y / o de los expertos. En vez de eso, las decisiones sobre los asuntos comunes debían tomar desde la comunidad.

Según el antropólogo Harry Walker, la lógica de los comunes también se podría encontrar en las comunidades amazónicas peruviana , para las cuales los bienes más deseados no se veían como bienes en competición. Esto contrasta con la economía moderna, que asume que si los bienes son disfrutados por una persona no pueden serlo para otra. La cultura amazónica peruviana se basaba en compartir, en disfrutar lo que puede ser compartido más que lo consumido privadamente.

Las villas suizas son un ejemplo clásico de comunes sostenibles. Elinor Ostrom , con su trabajo de campo sobre una de ellas, ha puesto luz sobre esto. En esta ciudad los pastores locales planifican privadamente los cultivos pero comparten un prado comunal para los pastos. Ostrom descubrió que en este caso la posible tragedia de los comunes (una sobre-pasto) la prevenían los aldeanos llegando al acuerdo de que cada uno podía cultivar sólo lo que pudiera mantener para el invierno, una práctica que se remonta a 1517. la investigadora descubrió otros ejemplos de gestión comunal de bienes efectiva en EE.UU., Guatemala, Kenia, Turquía, Nepal y partes.

Elinor Ostrom visitó Nepal en 1988 para investigar los sistemas de riegos gestionados por los agricultores de allí 9 . La gestión de estos sistemas se hacía a través de asambleas anuales entre los agricultores locales y informalmente con unas bases constantes. Así, los acuerdos para utilizar el sistema, su seguimiento y las sanciones ante las infracciones se hicieron desde la base. Ostrom descubrió que los sistemas de riego gestionados por el campesinado producían para las necesidades de las comunidades locales más que para los mercados: producían más arroz y distribuían el agua de manera más equitativa. Llegó a la conclusión de que a pesar de estos sistemas tenían funcionamientos diferentes, muy pocos de ellos funcionaban tan mal como los propuestos y gestionados por el Estado.

Uno de los ejemplos contemporáneos más brillante de reclamación de los comunes es el movimiento zapatista en México. En 1994 los zapatistas se rebelaron contra el acuerdo NAFTA, que buscaba la privatización completa de los recursos y bienes comunes, vitales para la subsistencia de las comunidades indígenas. A través del levantamiento zapatista las poblaciones locales han reclamado su tierra y sus recursos, y los han gestionado con éxito durante más de 20 años a través de un sistema participativo basado en la democracia directa.

Los comunes digitales, por otra parte, incluyen wikis, como Wikipedia , organizaciones de lliecència abierta, como Creative Commons , y muchos más. El investigador de movimientos sociales Mayo Fuster Morell los define como «recursos de información y conocimiento que son creados y poseídos colectivamente o compartidos entre una comunidad que tiende a ser no excluyente, es decir, disponible (normalmente gratuitamente) para terceras partes. Así pues, son orientados para favorecer su uso y la reutilización, en vez de ser intercambiados como mercancías. Además, la comunidad de gente que los construye puede intervenir en la gestión de sus procesos interactivos y de sus recursos compartidos ».

En otras palabras, la lógica de los comunes es un esfuerzo hacia el uso inclusivo y colectivo de los recursos, conocimiento y otras fuentes de riqueza colectiva, que necesita la construcción de seres humanos que sean socialmente activos y cuidadores respetuosos de estos comunes. Esto implica una ruptura radical con el actual imaginario economicista, que ve todos los seres humanos simplemente como materialistas racionales, siempre queriendo maximizar su interés particular utilitario. En lugar de ello supone una autodeterminación radical de la sociedad que permita a la ciudadanía gestionar directamente sus propios comunes.

Los comunes como modelo para el futuro

Una característica principal compartida por los diferentes casos de comunes es la interactividad a nivel de base. El amplio acceso a los recursos y su propiedad sostenida en común por la sociedad presuponen que su gestión la lleva a cabo la misma sociedad. La involucración del Estado es incompatible con esta amplia autogestión popular, ya que las formas estatistas están implicando el establecimiento de unos estratos burocráticos y gestores separados de la sociedad. Esto quiere decir que los comunes van más allá (ya menudo incluso en contra) de los diversos proyectos de nacionalización.

Lo mismo ocurre con los constantes esfuerzos neoliberales de privatizar lo que todavía no lo está, contra los que durante los últimos dos años se han alzado movimientos sociales en todo el mundo. Las propuestas alternativas de los movimientos incluían de una u otra forma un proyecto amplio de democracia directa. Este necesariamente incluye cada esfera de la vida social, y esto también incluye los comunes.

Una alternativa holística al sistema contemporáneo, una alternativa que incorpore el proyecto de la democracia directa y los comunes, se puede dibujar desde los escritos de grandes teóricos libertarios como Cornelius Castoriadis y Murray Bookchin. Las propuestas desarrolladas por estos dos pensadores ofrecen visiones indispensables sobre cómo la sociedad puede autogestionarse ella misma sin mecanismos gestores externos.

Como hemos visto en los casos presentados antes, los comunes necesitan la coordinación entre las personas comuneras que las «tragedias de los comunes» se puedan evitar. Pero mucha gente, incluyendo Knight y Merriam, argumentan que esto sólo podría funcionar a escala pequeña. Esto ha hecho que mucha gente de izquierdas apoye diferentes formas de burocracia estatal para gestionar los comunes en nombre de la sociedad, como mal menor, pero posible.

En sus escritos Castoriadis rechazó repetidamente esta hipótesis, defendiendo que la toma de decisiones colectiva a gran escala es posible con el conjunto adecuado de herramientas y procedimientos. Rechazando la idea del modelo único «corrrecte», sus ideas estuvieron influidas en gran medida por la experiencia de la antigua Atenas.Teniendo en cuenta la polis ateniense, consideró que la participación ciudadana directa era posible en comunidades de hasta 40.000 personas 10 . A este nivel, las comunidades pueden decidir sobre asuntos que les afectan directamente en encuentros cara a cara (asambleas generales). A niveles superiores que afecten también otras comunidades, las asambleas locales escogen delegados revocables ya corto plazo para que asistan a consejos regionales. Así, a través de este fluir horizontal del poder colectivo, podrían dibujar acuerdos conjuntos y marcos para regular el control y el uso de los comunes.

Murray Bookchin hizo una propuesta similar. También influido por la experiencia de la antigua Atenas, propone el establecimiento de asambleas municipales frente a frente, conectadas entre ellas con confederaciones democráticas, convirtiendo en obsoleto el aparato estatal. Según Bookchin, en un caso así «el control de la economía no se encuentra en manos del Estado, sino bajo custodia de» consejos confederales «, y de esta manera es comunal, ni colectivizada ni privatizada» 11 .

Esta organización no debe traducirse necesariamente en jerarquía, como sugirieron Elinor Ostrom y David Harvey 12 . Al menos si se cumplen algunos requisitos. Este es el caso de muchos de los ejemplos prácticos en el mundo de democracia directa, en los que el rol de los delegados es de vital importancia, pese a menudo se descuide. Su subordinación a las asambleas (como principal fuente de poder) se establecerá a través de varios mecanismos, tales como: mandatos cortos, rotación y elecciones por sorteo. Todos estos mecanismos se han probado en diferentes momentos y contextos y han demostrado ser un antídoto efectivo para la oligarquización del sistema político.

A través de esta autodeterminación y trabajo en red se puede llevar a cabo el establecimiento y control directo de los comunes a manos de las diferentes comunidades que dependan. Otro elemento que podría complementar las propuestas descritas es la llamada «economía solidaria». En Europa y otras regiones en crisis (como Sudamérica) están extendiendo entidades colectivas de formas diversas que permiten a las comunidades gestionar directamente las actividades económicas en favor propio.

Una combinación de comunes y economía solidaria permitirá a la sociedad dibujar el conjunto de normas con las que regular la utilización de los comunes, mientras que las entidades de economía solidaria, como cooperativas y colectivos, se ocuparán de la gestión directa de los comunes. Estas entidades se gestionarían en democracia directa para las personas que trabajaran y las comunidades las recompensas dignamente por sus servicios. Por otra parte, las instituciones públicas deliberativas deberían tener mecanismos para supervisar y controlar las entidades de economía solidaria, responsables de la gestión de los comunes, a fin de prevenir que fueran usurpados.

Un ejemplo de esta combinación se ha dado a la ciudad boliviana de Santa Cruz, donde la gestión del agua se organiza a través de c oop eratives de consumidores . Ha estado funcionando durante más de 20 años y continúa disfrutando de la reputación de ser una de los servicios mejor gestionados en América Latina. El sistema de agua se gestiona por una asamblea general de delegados, elegidos por los usuarios. La asamblea designa la dirección general, sobre el que los usuarios tienen derecho a veto, manteniendo así la estabilidad. Este modelo ha reducido drásticamente la corrupción, haciendo que el sistema de agua funcione para los consumidores.

La emergencia de esta combinación entre los comunes y producción de valor cooperativa, como explican Michel Bawens y Vasilis Kostakis, integra las externalidades, pone en práctica la democracia económica, produce comunes para el bien común y socializa el conocimiento. La circulación de los comunes se combinaría con el proceso de acumulación cooperativa, a manos de los comunes y sus contribuyentes. En un modelo así la lógica de la contribución libre y el uso universal para todos coexistiría con una red de democracia directa y un modo cooperativo de producción física, basado en la reciprocidad.

conclusión

Urge la necesidad de reconstruir los comunes. Teniendo aún en el horizonte la inestabilidad global, y agravándose, la cuestión de cómo compartiremos nuestro mundo común es la fina línea que separa, por un lado, el mundo dicotómico de barbarie mercantil o heteronomía burocrática y, del otro, un mundo posible basado en la autonomía individual y colectiva. Como dice Hannah Arendt:

« La esfera pública, como el mundo común, nos reúne y sin embargo nos impide caer unos sobre otros, para así decirlo. Lo que hace la sociedad de masas tan difícil de soportar no es el número de personas involucradas, o al menos no principalmente, sino el hecho de que el mundo entre ellas ha perdido su poder de reunirlas, relacionarlas y separarlas. La rareza de esta situación se asemeja a una sesión de espiritismo, donde una serie de personas se encuentran alrededor de una mesa y, de repente, a través de algún truco de magia, ven desaparecer la mesa en medio de ellos, por lo que dos personas sentadas una frente a la otra ya no están separadas, pero tampoco tienen entre sí ninguna relación tangible. » 13

El paradigma de los comunes, como parte de un proyecto más amplio de democracia directa, podría jugar el papel de truco que intenta hacer desaparecer la mesa, separándonos, pero creando al mismo tiempo relaciones humanas fuertes basadas en la solidaridad y la participación. Para que esto ocurra los movimientos sociales y las comunidades deben reclamar, a través del establecimiento de nuevas redes y el fortalecimiento de las ya existentes, la esfera pública y los comunes, constituyendo así un contrapoder coherente y creando posibilidades reales de instituir la práctica nuevas formas de organización social más allá del Estado y de los mercados.

NOTAS

1 Deirdre N. McCloskey, The Bourgeois Virtues , The University of Chicago Press, 2006. p.465.

2 El Malthusianismo origina con Thomas Malthus, un clérigo del siglo XIX que afirmaba que los pobres siempre tenderían a agotar sus recursos y quedar en la miseria debido a su fertilidad. (Derek Wall, Economics After Capitalism, Pluto Press, 2015. p. 125).

3 El concepto se basa en un ensayo escrito en 1833 por Lloyd, el economista victoriano, sobre los efectos del pasto sobre tierras comunales no regulada dada a conocer por un artículo escrito por Hardin en 1968.

4 Como demuestra Theodoros Karyotis en su artículo Chronicles of a Defeat Foretold , publicado en ROAR magazine, número 0 (2015), págs. 32-63.

5 Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth , The Bleknap Press of Harvard University press, 2011. pág ix.

6 David Bollier y Silke Helfrich, The Wealth of the Commons , The Commons Strategy Group, 2012. En la introducción: «The Commons as a Transformative Vision».

7 Ivan Illich, Silence is abajo , publicado primero en CoEvolution Quarterly , 1983.

8 Cornelius Castoriadis (1983): « The Greek Polis and the Creation of Democracy » in The Castoriadis Reader (1997), Ed. David A. Curtis. pág. 280.

9 Elinor Ostrom la lecturadel Premio Nobel Beyond Markets and States: Polycentric Governance of Complejo Economic Systems (2009).

10 Cornelius Castoriadis, Democracy and Relativism , 2013. pág. 41.

11 Cengiz Gunes y Welat Zeydanlioglu, The Kurdish Question in Turkey , Routledge. 2014, pág. 191.

12 Por ejemplo, Elinor Ostrom, Beyond Markets and States: Polycentric Governance of Complejo Economic Systems, 2009; y David Harvey, Rebel Cities , 2012, pág. 69.

13 Hannah Arendt, The Human Condition , The University of Chicago, segunda edición, 1998, pág. 53.

COMUNICADO DE LA CNT-AIT DE GRANADA RESPECTO A LA DETENCIÓN DE LOS INTEGRANTES DE “TÍTERES DESDE ABAJO” POR SUPUESTO ENALTECIMIENTO DEL TERRORISMO

El viernes 5 de Febrero los dos integrantes de “Títeres desde Abajo” fueron detenidos en el transcurso de su última obra, “La Bruja y Don Cristóbal”, bajo la acusación de enaltecimiento del terrorismo. Nuestro sindicato conoce a estas dos personas: una de ellas es militante de nuestra Organización, y la otra es un gran y querido amigo que conocemos desde hace años. Esta obra no es la primera de “Títeres desde Abajo”.

 

“La Bruja y don Cristóbal” se estrenó en Granada el pasado 29 de Enero y se repitió el 31 del mismo mes. Muchas personas pudimos asistir a los dos actos, y conocer la trama y su trasfondo. Su posición, que procura ser humanitaria, ante ciertos problemas de actualidad, podía chocar con el de otras posturas políticas. La obra sí defiende la convivencia, la tolerancia y la aceptación de lo diferente. Los enfrentamientos que se producen son ante representaciones de poderes que no lo aceptan, y en ese sentido se desarrolla la trama.

 

En la actuación del 5 de Febrero, ya en Madrid, parte del público asistente se sintió muy molesta con la obra, y lejos de limitarse a una cuestión estética o de criterios, llamaron a la policía para denunciar una supuesta enaltecimiento del terrorismo. La policía acudió y procedió a detener a los integrantes de Títeres desde Abajo, que habían tenido que interrumpir la obra por la acción de los descontentos. Desde entonces, están incomunicados y en comisaría.

 

La prensa, fiel a la fácil fórmula “noticia impactante y difícil de comprobar”, concentrada también en el morbo de determinadas figuras políticas de Madrid, ha procedido a publicar la denuncia tal cual, sin contrastar la versión de los acusados, dando por resultado un relato completamente erróneo de lo que es la obra que pudimos ver en Granada, y que esperamos documentar pronto. En el contenido de las noticias se subrayaba la exaltación del terrorismo por medio de una pancarta con el lema escrito de “Gora Alka-ETA”, sacando de contexto la trama. Asimismo, se hablan de asesinatos y violaciones a monjas y jueces.

 

Al respecto, y para indicar unas necesarias aclaraciones, debemos relatar lo que es, en realidad, la obra. En esencia, “La Bruja y don Cristóbal” procura representar, bajo las figuras recurrentes de cuentos y teatros, la “caza de brujas” al movimiento libertario que ha sufrido en los últimos años, con los montajes policiales estilo “Operación Pandora”. La obra está protagonizada por una bruja, que representa a las personas de mala fama pública, y que se ve en la situación de enfrentarse a los cuatro poderes que rige la sociedad, esto es: la Propiedad, la Religión, la Fuerza del Estado y la Ley. La protagonista está en su casa, y, en primer lugar, su vida es interrumpida por la aparición del “Propietario”, que resulta ser el legítimo poseedor legal de la casa donde vive. No existen monjas violadas; bajo la forma de los muñecos, los adultos podemos comprobar que el propietario decide aprovecharse de la situación para violar a la bruja; en el forjeceo, la bruja mata al propietario. Pero queda embarazada, y nace un niño. Es entonces cuando aparece la segunda figura: una monja, que encarna la Religión. La monja quiere llevarse al niño, pero encuentra resistencia en la bruja, y en el enfrentamiento, la monja muere. Es entonces cuando aparece el Policía, que representa la Fuerza del Estado, y golpea a la bruja hasta dejarla inconsciente, y tras ello, construye un montaje policial para acusarla ante la Ley, colocando una pancarta de “Gora Alka-ETA” sobre su cuerpo, que intenta mantener en pie para realizar la foto, como prueba. A partir de este montaje policial, surge la cuarta figura, que es la del Juez, que acusa, y condena a muerte, a la protagonista, sacando una horca. La bruja se las arregla para engañar al juez, que mete la cabeza en su propia soga, y la aprovecha para ahorcarle, para salvar su propia vida. El relato continúa algo más, pero esta es la esencia de lo que transcurre, y donde se encuentra toda la polémica.

 

Se puede valorar si la obra es o no es para niños o para todos los públicos, pero resulta sorprendente que dos personas estén detenidas e incomunicadas por una cuestión de mayores de doce o dieciocho años. Si bien se hace necesario indicar que, más allá del reclamo de unos títeres, Títeres desde Abajo nunca ha mencionado que su última obra es para niños. En su blog dividen sus obras en las dedicadas a todo el público, “Teatro Popular”, y las específicamente para niños, “Espectáculos Infantiles”. “La Bruja y don Cristóbal” no aparece en esta última sección, por lo cual no se puede acusar a Títeres desde Abajo de engaño y atraer a un público determinado. El hecho de usar muñecos no lo hace necesariamente infantil, y en ello estaría de acuerdo el “cuervo Rockefeller”. Asimismo, en la sinopsis presentada se hablaba claramente de “cachiporras” y de “libertad”. No se puede insistir en que el problema es que no se sabía el contenido por parte de los asistentes. Obviamente, de terrorismo no, porque no hay terrorismo. Pero, en cualquier caso, en la actualidad, los niños presencian cotidianamente cosas mucho peores, no solo en la televisión, sino en la propia calle que pisan, y no vamos a entrar en detalles sobre si hay padres que los llevan a los toros, la politización de muchas chirigotas que actúan en plena calle (y nos parece fenomenal), les enseña historias de crucificados o los llevan a ver bambi. Dicho esto, creemos que es importante ver la obra: aunque pueda ser de mayores, no es tan dura como se ha presentado, que da la sensación de ser una nueva parte de Saw.

 

Sin embargo y en cualquier caso, es absolutamente inexistente el enaltecimiento al terrorismo, el motivo por el que han sido detenidos y puestos en absoluta incomunicación. Una medida represiva que resulta extremadamente paradójica: es precisamente lo que denuncia la obra. No deja de sorprender cómo las leyes contra el terrorismo pueden servir con tanta eficacia a prejuicios políticos bien definidos e imponer situaciones de indefensión a los acusados, con tan solo unas palabras de los denunciantes. Personas que confunden el terrorismo con lo que no aceptan social ni políticamente; que se indignan ante la censura a Charlie Hebdo pero que luego no dudan en hacer de talibanes ibéricos; que defienden a los niños de la politización representada en una denuncia a los desahucios, mientras ignoran la politización de la enseñanza y de la religión que les meten entre oreja y oreja, o que claman “es la ley” cuando un niño y su familia se quedan sin casa, hecho “sin duda, poco político”.

 

A todo ello, se suma el Ayuntamiento de Madrid, que quiere denunciar a Títeres desde Abajo, como reacción netamente política que se debe, indudablemente, a su necesidad de responder públicamente a las acusaciones de complicidad con los detenidos, que se realiza desde los sectores reaccionarios de la derecha española y buena parte de la prensa, que busca desesperadamente cualquier ataque político, sin importar la libertad de la gente. Bellos aquellos años donde un 15-M, que se esfuerzan en representar, era objeto de todo tipo de acusaciones ridículas.

 

Desde nuestro sindicato queremos expresar nuestro apoyo a Títeres Desde Abajo, exigimos la inmediata libertad de los detenidos y el libre ejercicio de la creación artística. Estamos en otra situación de represión política ejercida por las autoridades y un sector social muy definido políticamente en este país. Las energías que gastan ante representaciones artísticas, bien podían usarlas para fines más importantes para personas realmente necesitadas, pero es evidente que todo no es más que una máscara para ocultar intenciones políticas que se transmiten por la fuerza y no la cultura. Finalmente, agradecer a todas las personas, asociaciones y organizaciones que en el transcurso de unas pocas horas han mostrado su apoyo a Títeres desde Abajo y que han contactado con nuestra Organización al conocer nuestra relación directa con los dos detenidos, que esperamos que salgan libres inmediatamente.

 

 

CNT-AIT Granada

6 de Febrero de 2016

Anarquía, acracia o ideas libertarias (Reflexiones desde Anarres)

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Insistimos mucho en ello, y si ningún ánimo de ser victimistas; la profunda desvirtuación y gran ignorancia sobre las ideas anarquistas. Es así hasta el punto que la difusión cultural, junto a prácticas en proyectos de todo tipo, son muy necesarias en el movimiento anarquista.

Todavía hoy, insistimos, tal vez demasiado, en depurar los nombres de la «anarquía» y del «anarquismo», que para muchos siguen invocando el peor de los males (desorden, caos…). Las explicaciones, muy sintetizadas, no tardan en llegar para aclarar lo que ha sido y es el anarquismo. De hecho, ante el grado de error que supone el etiquetarse como «anarquista», preferimos no pocas veces otros vocablos, sinónimos, pero de acogida más «amables», como «libertario» o «ácrata». «Libertario», por ser de la familia de la libertad, aunque su significado está siendo también algo pervertido por aquellos liberales radicales que no parecen renunciar a la explotación del trabajo ajeno (una concepción de la libertad, por supuesto, ajena al anarquismo). En  cuanto a «ácrata», que particularmente es muy del gusto del que suscribe, resulta que causa no poca empatía en nuestro interlocutor hasta el punto de afirmar no pocas veces que él también se lo considera; sin embargo, algunas piezas no encajan al comprobar que su concepción política (tan importante o más que de otro tipo) nada tiene que ver con el anarquismo.

Lo dicho, hablar de anarquía y de anarquismo sigue siendo malsonante, de modo lamentable, pero es necesario más que nunca hacerlo y aclarar su teoría y sus prácticas. De hecho, en los comienzos del anarquismo hubo quien aceptó que las ideas eran bellas, pero el nombre elegido desafortunado. Ha pasado ya siglo y medio de aquello, y seguimos con una controversia que obliga a la permanente aclaración. Ya se sabe que Proudhon fue el primero con valor suficiente para adoptar el término, si bien con cierta ambigüedad; no obstante, al parecer, ya hubo socialistas utópicos anteriores, tan radicales, que les etiquetaron como «anarquistas». Kropotkin, en su Palabras de un rebelde, recordaba la polémica de los antiautoritarios en los comienzos de la Primera Internacional sobre la palabra «anarquía» (al pretender escribirlo con un guión intercalado para diferenciarlo de la concepción negativa, que supone ausencia de orden, no de autoridad). Como no podía ser de otra manera, no tardarían en aceptar el término con todas sus consecuencias. Anarquía, el objetivo, y anarquismo, el método, significan sobre todo el principio de la solidaridad. Con una palabra invocamos lo más noble del ser humano. Por supuesto, supone mucho más: solidaridad, apoyo mutuo, libertad, igualdad…Si hay unas ideas que se han opuesto a la tiranía, en cualquier de sus grados y de sus formas, son las anarquistas (o ácratas o libertarias). ¿Alguien, crea o no que es posible una sociedad anarquista, puede seguir sosteniendo el supuesto horror que invoca la anarquía?

El poder, por supuesto, contrario por su propia naturaleza a todo lo que lo niegue o cuestione, se encarga de seguir identificando las ideas anarquistas con caos, desorden y terrorismo. Resulta curioso viniendo de lo que no es más que la violencia institucionalizada. En el imaginario popular sigue calando dicha concepción hasta el punto de escuchar lo necesario del Estado como muestra de nuestro grado de civilización y de la necesidad de otorgarnos leyes. Claro está, en el uso del tiempo verbal está la trampa, son leyes «otorgadas» por más que que usen la ilusión de la elección democrática de los dirigentes. Es tan sencillo como comprender que el anarquismo no es ni siquiera una «ausencia de leyes» (una suerte de anomia), sino el rechazo de que dichas normas sociales surjan de una instancia ajena a los propios interesados (sí, el Estado, por más que trata de adjetivarse como «democrático»). El problema de la comprensión de las ideas anarquistas, insisto, se acepte o no su viabilidad, es parte de uno mucho mayor; la gran incultura política que vive nuestra sociedad, y que el sistema se encarga de mantener amparándose en que no es posible nada mejor (el fin de las ideologías, claro, pero también seguramente de las ideas en general, de la conciencia política y de todo actividad creativa e innovadora).

Por un lado, la ignorancia, por otro la desvirtuación; sin ánimo de ser victimistas, es al parecer el sino de las ideas anarquistas. La difusión cultural, de una manera amplia, es por lo tanto una tarea importante junto a determinadas prácticas que ejemplifiquen el tipo de sociedad que queremos. Como no nos gusta conquistar el poder, tampoco el mediático, y somos amantes de toda empresa horizontal y autogestionada, la tarea se antoja ingente. No obstante, por supuesto, no desfallecemos y ahí seguimos. Ya se sabe que otro de nuestros principios, aunque más por ser también una práctica, es mostrarnos coherentes entre medios y fines; las prácticas anarquistas en la sociedad actual, estatista y explotadora, adelanta lo que nos gustaría que fuera la sociedad de mañana. Tan bello y tan sencillo como eso.

El anarquismo no es una concepción ingenua de la sociedad, ni mucho menos de la condición humana. Es más, puede verse como una filosofía compleja sobre la libertad, la justicia social e, incluso, sobre la propia democracia. Sí, hay anarquistas a los que no les gusta nada la palabra «democracia», precisamente por estar sumamente pervertida por décadas de mala praxis (podemos remontarnos a los orígenes en la Antigüedad para comprender que el asunto es más complejo que la simple elección de gobernantes). En cualquier caso, si existe el término «acracia» en la modernidad debe ser por algo. No obstante, lo que está desacreditado no es la propia democracia, deseable al considerarse sinónimo de mayores cuotas de libertad, sino la democracia parlamentaria limitada a elegir a los gobernantes. La controversia entre democracia y acracia, en cualquier caso, me resulta también muy enriquecedora. A mi modo de ver las cosas, la segunda, «ausencia de gobierno» en lugar de «gobierno del pueblo», resulta una profundización de la primera. Por supuesto, esa mayor libertad para elegir directamente sobre los asuntos que nos afectan debe producirse en un contexto de verdadera igualdad social, y económica, o el asunto se vuelve una falacia. El lenguaje es importante, pero más lo son las prácticas que inciden sobre la realidad.